domingo, 30 de diciembre de 2018

Cinco poemas para leer a Sophia de Mello Breyner Andresen



La sencillez en la literatura y -más concretamente- en la poesía. Alguna vez la escritora brasileña Clarice Lispector dijo: "No se equivoquen, la sencillez sólo se logra a través del trabajo duro". En el ambito poético sobran los ejemplos de este tipo, pero hay uno en concreto que sorprende por la fuerza de su concisión y por lo que llega a evocar: la poesía de la autora portuguesa Sophia de Mello Breyner Andresen (Oporto, 1919 - Lisboa, 2004) es un ejemplo notorio de sencillez. En pocas líneas, conjuga una intensidad sentimental inmensa, pero también combina simbolismos y alegorías, a los que suma una gran fascinación por la antigüedad clásica y sus temas, producto de sus primeros años de estudio en Filología. Al ser la poesía una vocación que desarrolló desde muy temprana edad (a los doce años ya escribía poemas), su evolución y constancia fueron aumentando con el pasar de los años. En sus tiempos universitarios se codeó con autores como Rui Cinatti o Jorge De Sena, y empezó a involucrarse en movimientos universitarios católicos. A finales de los años cuarenta comenzó a notarse una evolución en la temática de sus poemas, que empezaron a orientarse hacia temáticas sociales. El tema de la justicia en favor de los sectores más vulnerables de la sociedad se sumó a esa raigambre religiosa y clásica que sus composiciones ya mostraban y le hicieron dar un salto de calidad en su estética, de este modo se posicionaría como una importante voz en contra del régimen salazarista (1930-1975) en Portugal.

Si hay algo distintivo en la poesía de la autora lusa, es el tema de la noche en contraposición al día, la oscuridad en contraposición a la luz (o lo blanco); es decir, la posibilidad del resurgimiento tras una noche oscura de ignorancia, violencia y mentiras, muy a tono con la época en la que desarrolló mayormente su obra. Lo eterno y lo perecedero también son otra constante en sus versos.

Su poética representó una resistencia a las imposiciones normalizadoras del gobierno filofascista portugués y celebró su caída cuando aconteció la Revolución de Los Claveles, protagonizada en principio por capitanes rebeldes del ejército en aquel país que lograron aunar el descontento en las masas portuguesas debido a la situación de empobrecimiento de la clase trabajadora, sumado a la impopularidad y el aislamiento como producto de las guerras coloniales. El papel de la escritora, en tiempos previos a la Revolución, no se reduciría solamente a lo artístico, ya que sería cofundadora de la Comisión Nacional de Ayuda a los Presos Políticos y presidenta de la Asociación Portuguesa de Escritores. Luego, tras la Revolución, sería electa diputada por el Partido Socialista portugués para la Asamblea Constituyente.

En 1999 se convertiría en la primera mujer distinguida con el premio Camoes, el mayor galardón que se otorga en la literatura en lengua portuguesa.

Falleció en el año 2004.

Dejó una obra compuesta por poemarios, cuentos infantiles, obras de teatro y ensayos. En poesía destacan las siguientes obras: Poesía (1944), No tempo dividido (1954), Mar novo (1958), Livro sexto (1962), Geografia (1967), Dual (1972), O nome das coisas (1977), O búzio de Cós e outros poemas (1997).

A continuación, seis poemas de Sophia de Mello Breyner Andresen traducidos por el autor de esta nota:


De un amor muerto

De un amor muerto queda
Un pesado tiempo cotidiano
Donde los gestos se desvanecen
A lo largo del año.


De un amor muerto no queda
Ninguna memoria
El pasado se rinde
El presente lo devora
Y los navíos del tiempo
Agudos y lentos
Lo llevan fuera.


Pues un amor muerto no deja
En nosotros su retrato
De infinita demora
Es apenas un hecho
Que la eternidad ignora.


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Data

(a la manera de Eustache Deschamps)

Tiempo de soledad y de incerteza
Tiempo de miedo y tiempo de traición
Tiempo de injusticia y de vileza
Tiempo de negación.


Tiempo de cobardía y tiempo de ira
Tiempo de mascarada y de mentira
Tiempo que mata a quien lo denuncia
Tiempo de esclavitud.


Tiempo de los conspiradores sin registro
Tiempo de silencio y de mordaza
Tiempo donde la sangre no tiene rastro
Tiempo de amenaza.


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A pesar de las ruinas

A pesar de las ruinas y de la muerte,
Donde siempre acabó cada ilusión,
La fuerza de mis sueños es tan fuerte,
Que de todo renace la exaltación
Y mis manos nunca quedan vacías.


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Revolución

Como casa limpia
Como suelo barrido
Como puerta abierta


Como puro inicio
Como tiempo nuevo
Sin mancha ni vicio


Como la voz del mar
Interior de un pueblo


Como página en blanco
Donde el poema emerge


Como arquitectura
Del hombre que yergue
Su habitación
.



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Las personas sensibles

Las personas sensibles no son capaces
De matar gallinas

Pero son capaces
De comer gallinas


El dinero huele a pobre y huele
A ropa de su cuerpo
Aquella ropa
Que después de la lluvia se secó sobre su cuerpo
Porque no tenían otra
Y el dinero huele a pobre y huele
A ropa


Que después del sudor no fue lavada
Porque no tenían otra

<<Ganarás el pan el sudor de tu frente>>
Así nos fue impuesto
Y no:
<<Con el sudor de los otros ganarás el pan>>


Los vendedores del templo
Los constructores
De las grandes estatuas hinchadas y pesadas
Los llenos de devoción y de provecho


Perdónalos, Señor
Porque ellos saben lo que hacen.


lunes, 3 de diciembre de 2018

La miseria del éxito: a 50 años del estreno de "El bandido de la luz roja" (1968)



El pasado 2 de diciembre se cumplieron cincuenta años del estreno de El bandido de la luz roja (en portugués, O bandido da luz vermelha), primer largometraje dirigido por Rogério Sganzerla (1946-2004), quien contaba con apenas veintidós años de edad. En la obra se conjugan estéticamente las influencias de la nouvelle vague francesa y el cine de Orson Welles. El siguiente es un ensayo acerca de las cuestiones que rodean al film, el cual trata la historia de Jorge, un delincuente que conmociona a la sociedad brasileña por la cantidad de robos y homicidios que ha cometido.


¿Qué importa después de todo, que el orden sea un poco brutal
o un poco ciego, si nos permite vivir fácilmente? Al final,
también nosotros nos encontramos libres de un prejuicio que
nos costaba caro, demasiado caro, que nos costaba demasiados
escrúpulos, demasiadas rebeliones, demasiados combates y
demasiada soledad.
ROLAND BARTHES - Mitologías

Es increíble el carácter doble que tienen las cosas en nuestra sociedad. Existen muchos reflejos de esto en el cine y en la literatura, pero yo prefiero remitirme a un solo ejemplo concreto: el film El bandido de la luz roja (1968), dirigido por Rogério Sganzerla, piedra fundamental del Cinema Marginal, respuesta a ese otro movimiento cinematográfico conocido como Cinema Novo (vale decir que el primero tomaba cosas del segundo), dentro de las fronteras del Brasil, ambas corrientes surgidas a finales de los sesenta.

La película de Sganzerla tiene como protagonista a Jorge, un hombre que se dedica a realizar robos en casas de la burguesía brasileña. Al desconocerse su verdadera identidad, públicamente se le conoce como “El bandido de la luz roja”, porque lleva consigo una linterna que emite una luz de ese color (asociado a las fuerzas demoníacas) cuando realiza sus atracos. Su método de ataque resulta muy particular: mantiene largos diálogos con sus víctimas, las posee, protagoniza fugas espectaculares y luego gasta el dinero mal habido de manera extravagante.

El bandido debe mantener su identidad en secreto, y por eso tiene una vida al margen de su marginalidad (valga la redundancia) en la que finge ser un vendedor común y corriente, y también mantiene relaciones con varias mujeres, sobre todo con una prostituta llamada Janet Jane. Uno puede ver desde el principio que el bandido no es más que un hombre solitario, completamente desintegrado de una sociedad que no comprende. La única manera de sortear momentáneamente la crisis existencial en que está sumido es a través de sus actos delictivos, que parecen ser lo único que le insufla algo de vida.


Esta absoluta soledad se ve aumentada en el contexto de una ciudad que es una gran metrópolis, la Boca do Lixo (en portugués, “lixo” significa basura) del estado de São Paulo, una especie de “zona roja” donde confluyen todos los despojos sociales, un auténtico vertedero en el que se amontonan los elementos irracionales y nocivos del sistema. El bandido es uno más de ellos.

Otra particularidad del film es la manera en que está narrado: por momentos aparece la voz del bandido, pero mayormente aparecen las voces de dos locutores de radio sensacionalistas que llevan a cabo la tarea de taladrarle la cabeza al espectador. Además de los sucesivos hechos delictivos que lleva a cabo el bandido, se suceden constantemente imágenes de una ciudad sucia, atestada de seres miserables, donde pasan las luces de las marquesinas anunciando noticias diversas sobre la economía, la política o completamente inútiles del tipo “Se ha muerto una mujer de setenta años en Los Ángeles”, lo cual contribuye a inflamar los sentidos del espectador y funciona como muestra de las distracciones que crea permanentemente el capitalismo.

La mayor virtud de Sganzerla es que no juzga al protagonista, sino que deja al espectador esa tarea. Antes bien, nos muestra cuál es la contraparte que debe enfrentar. Si el bandido representa el caos y el desorden, los representantes del orden no parecen ser mucho mejores: ellos son el empresario y político corrupto llamado J. B. Da Silva (sus iniciales se deben a su prodigiosa ingesta de whisky) y el completamente ineficiente Inspector Cabezón. El orden, en estos términos, se encarga de juzgar, pero no de juzgarse a sí mismo, algo que sí nos muestra en el bandido y sus monólogos, que se juzga a sí mismo de manera brutal, llegando a cometer varios intentos de suicidio.

Tanto el bandido como sus adversarios poseen un carácter dual, contradictorio; instan al espectador a pensar si acaso los buenos son tan buenos y los malos no sean tan malos. La mirada que nos acerca Sganzerla parece decirnos que los segundos provienen de los fallos y faltas de los primeros. El bandido, entonces, aparece como un fallo, un error de cálculo, una máquina defectuosa dentro del complejo entramado de la sociedad capitalista. En esto radica la extrema sensación de soledad y alienación que puebla el film.

Hay una escena particularmente siniestra que merece ser mencionada: en un momento de distensión, aparece el mencionado J.B en un escenario donde una banda toca el famoso bolero Sabor a mí y les coloca dinero en sus sacos a modo de propina. La letra de ese bolero parece idónea porque entre otras cosas dice: “no pretendo ser tu dueño/ no soy nada, ya no tengo vanidad/ de mi vida doy lo bueno/ soy tan pobre, ¿qué otra cosa puedo dar?”. El momento resulta oscuro no sólo por la escenificación o por la música, sino por la propina que el empresario da a los músicos. Pareciera colarse una imagen del arte como un medio cooptado por el capital, como si acaso ya no quedase más esperanza de rebelión consciente ni siquiera en el arte.


Otro tema que adquiere vital importancia en la película de Sganzerla es la oposición entre éxito y fracaso. El éxito vendría a estar personificado por el corrupto J.B, mientras que el fracaso es personificado por Jorge, el bandido. Ambos son, en este estado de las cosas, las dos caras de la misma moneda. A su manera, los dos son ególatras y buscan la trascendencia. El primero a través del poder y la popularidad que ha sabido granjearse, el segundo a través de sus actos delictivos que conmocionan a la opinión pública. Pero existe una diferencia que es fundamental entre ambos, y es que J.B tiene plena consciencia de los medios que utiliza, en este sentido deja una frase que define por completo su pensamiento: “un país sin miseria, es un país sin folklore”. Su base social, entonces, resultan ser los miserables de la sociedad, y la desigualdad que genera conflictos es, en su discurso, el verdadero motor de la cultura. Como si el hambre y la miseria vinieran a sacudir a la sociedad del tedio de una vida demasiado fácil. Ese éxito de los poderosos como J.B tiene como cimiento la desgracia de muchos.

La miseria económica y espiritual del pueblo, que tiene su máxima representación en el vertedero social que es Boca do Lixo, es lo que atraviesa al bandido. Al principio del film, mientras se muestran imágenes de niños jugando con armas en una favela, él comienza su monólogo diciendo "Quién soy yo", y abre el problema de la identidad y trascendencia personal que asola la obra, para luego concluir: “yo sé que fracasé”. Lo que se podría ver meramente como un fracaso individual, es un reflejo de lo colectivo que destruye al individuo y lo atomiza, lo deja librado a su suerte en esa especie de “destrucción creativa” que es el capitalismo, porque si hay una sensación de la cual da cuenta el filme de Sganzerla es la del desamparo total frente a una maquinaria que se renueva constantemente aun cuando parece generar las bases de su propia destrucción cuando el único que se destruye es el individuo en su desventura.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Cinco poemas para leer a Carlos Drummond de Andrade



Carlos Drummond de Andrade (Itabira, Minas Geiras, 1902 - Rio de Janeiro, 1987) fue un poeta, periodista y funcionario público brasileño. En 1925 edita, junto a otros escritores la publicación La revista, la cual ayudó a la difusión de autores del naciente Modernismo brasileño, movimiento literario que buscaba la renovación de las formas estéticas y sacar al país de su aislamiento y atraso artístico. La poesía de Drummond es de un diálogo universal, desde su primer poemario titulado Alguma poesia (1930). Contemporáneo de otros poetas como Oswald y Manuel de Andrade, Cecília Meireles y Manuel Bandeira, entre otros, Drummond apostaba por una poesía mucho más directa y frontal haciendo eje en diversos problemas metafísicos. En sus composiciones, la soledad es un tema fundamental y se puede vislumbrar un existencialismo muy propio de la época, pero también una aguda crítica social (el autor estuvo ligado durante algún tiempo al Partido Comunista brasileño y era un declarado antifascista). La ironía que empleaba y su voluntad de alejarse de un excesivo lirismo fueron otras de las características de su impronta. Cabe señalar su propia definición de la labor poética que había desarrollado: "Confío en que la poesía fue una vocación, aún cuando no haya sido una vocación desarrollada consciente o intencionalmente. Mi motivación fue la siguiente: intentar resolver, a través de versos, problemas existenciales internos. Son problemas de angustia, incomprensión e inadaptación al mundo."

Murió en 1987, doce días después de que falleciera su hija.

Entre sus obras más destacadas figuran: Alguma poesia (1930), Sentimento do mundo (1940), A rosa do povo (1945), Quadrilha (1954), Liҫão de coisas (1964), Boitempo (1968), As impurezas do branco (1973), A paixão medida (1980) y Amar se aprende amando (1985).

A continuación, cinco poemas traducidos por el autor de esta nota:


LA PALABRA MÁGICA

Cierta palabra duerme a la
sombra
de un libro raro.
Cómo desencantarla?
Es la señal de la vida,
la señal del mundo.
Voy a buscarla.

Voy a buscarla la vida entera
en todo el mundo.
Si el encuentro tarda, si no la
encuentro,
no desanimo,
busco siempre.

Busco siempre, y mi búsqueda
terminará siendo
mi palabra.

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CIERTAS PALABRAS

Ciertas palabras no pueden
ser dichas
en cualquier lugar y
cualquier hora.
Estrictamente reservadas
para compañeros de confianza,
deben ser sagradamente
pronunciadas
en un tono muy especial
allá donde la policía de los adultos
no adivina ni alcanza.

En tanto, son palabras simples:
definen
partes del cuerpo, movimientos,
actos
de vida que sólo los grandes se
permiten
y a nosotros es defendido por
sentencia
de los siglos.

Y todo está prohibido. Entonces,
hablamos.

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DESPERDICIO

Soledad, no te merezco,
porque te consumo en vano.
Aún sabiendo tu precio,
calco tu oro en el suelo.

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EL ENTERRADO VIVO

Es siempre en el pasado aquel orgasmo,
es siempre en el presente aquel doble,
es siempre en el futuro aquel pánico.

Es siempre en mi pecho aquella garra.
Es siempre en mi tedio aquel acento.
Es siempre en mi sueño aquella guerra.

Es siempre en mi trato el amplio destrato.
Siempre en la misma firma la antigua furia.
Siempre en el mismo engaño otro retrato.

Es siempre en mis saltos el límite.
Es siempre en mis labios la estampilla.
Es siempre en mi no aquel trauma.

Siempre en mi amor la noche rompe.
Siempre dentro de mí mi enemigo.
Y siempre en mi siempre la misma ausencia.

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MEMORIA

Amar lo perdido
deja confundido
este corazón.

Nada puede el olvido
contra el sinsentido
apelación del No.

Las cosas tangibles
se vuelven insensibles
en la palma de la mano.

Pero las cosas lindas,
mucho más que lindas,
esas quedarán.

jueves, 25 de octubre de 2018

Rubel - "Casas" (2018)




Tras el suceso de su primer disco Pearl, lanzado en 2013. El músico brasileño Rubel Brisolla se tomó su tiempo y ahora nos otorga Casas, un disco que se aleja de la lógica folk de su predecesor y abraza la mixtura musical de géneros diversos como el samba, la bossa y el hip hop.

Cinco años pasaron desde que el músico carioca Rubel Brisolla presentó su primer disco titulado Pearl, allá por 2013. Aquel era un trabajo independiente y muy personal, que daba cuenta del paso del músico por la ciudad de Austin, Texas. Ese encuentro musical propició la línea que siguió el disco: la de un folk calmado y melancólico con intervenciones de banjo y acordeón como destacados. El álbum tuvo una muy buena recepción por parte del publico, y como canción más destacada se recuerda a Quando bate aquela saudade, cuyo video musical tiene más de veintinueve millones de visitas en YouTube.


Pero cuando pasa tanto tiempo entre un disco y otro, siempre se espera un trabajo a la altura del anterior o incluso superador de éste. En Casas, disco lanzado en abril del presente año, Rubel cambia por completo la ecuación y nos otorga una placa en la que prima la mixtura musical de géneros como el hip hop, bossa, samba, ambient y -por supuesto- algo de aquel estilo folk que lo caracterizó siempre. Se trata de un álbum más "cerebral" y de una elaboración más cuidada que su predecesor Pearl (en palabras del propio Rubel), pero no por ello estamos ante un trabajo frío ni carente de emociones: si en Pearl, podíamos advertir cierta lejanía, la principal virtud de Casas es su cercanía y calidez.

A partir del tema instrumental introductorio poblado de instrumentos de cuerdas, nos damos cuenta que estamos ante un trabajo completamente diferente de Rubel, y en seguida en Colégio asoma lo identitario del disco, puesto que se trata de una canción cálida que evoca los tiempos de la infancia y la adolescencia en la escuela, poblada rítmicamente por beats, instrumentos de cuerda y samples, con cierre de instrumentos de viento. Esta canción, junto a Cachorro y Pinguim, aportan una continuidad sonora y hacen al primer bloque del disco.

El samba aparece en Casquinha, canción de rápida factura que ayuda a levantar el clima ("Deja/ que el canto salga ruin/ desde que venga del corazón// Va a honrar la fuerza que te hace cantar/ va a honrar la fuerza que te hace cantar"). En Mantra, retornan los vientos y la percusión que hacen a la canción muy llevadera y cuenta además con la acertada participación del rapero Emicida ("Somos polvo de estrellas nada más/ Frutos del azar, sueltos en el tiempo como nubes/ Luces que cortan horizontes cuando surgen/ Ciclos que cierran, saca así como tu vienes").

En Explodir ("explotar") el clima anteriormente creado se corta. Se trata de una canción dulcemente melancólica, que sigue la línea de Pearl y en su ritmo lento contradice totalmente lo que su título parece indicar. Con gran parecido al estilo de Marcelo Camelo, Rubel canta "Y aunque nos sacasen/ la fuerza del otro, y de uno,/ podríamos ser gigantes/ en un último acorde". El tema cuenta con el cierre de un solo de violín que lo potencia, y sin duda se convierte en el gran quiebre del disco, de tal modo que parece dividirlo en dos partes, y -por supuesto- es uno de sus puntos más altos.
En Chiste, todo dolor parece ceder para dar lugar a las sonrisas. De nuevo se cuenta con la participación de un rapero como Rincon Sapiencia, que en su intervención nos deja una de las frases más comentadas y compartidas de este disco: "Quién dice que el hombre no llora/ con certeza no colabora/ Las lágrimas son como Temer/ Necesario colocar afuera". Le sigue el instrumental de cuerdas Fogueira, que desde su título parece indicarnos que los dolores y la melancolía deben ir hacia ese lugar: la hoguera (o el fuego de la chimenea).


El cierre tiene dos canciones muy buenas: la primera, Partilhar, es sin duda la más representativa del disco y su punto más alto, tanto por la participación de las cuerdas y los vientos, así como las intervenciones del teclado. En cierto punto parece que dialoga con Quando bate aquela saudade: "Si es necesario, yo creo alguna máquina/ Más rápida que la duda, más súbita que la lágrima/ Viajo con mucha fuerza, y en un instante de nostalgia y dolor/ Llego para decir que vine a verte". La siguiente canción, Santana, parece devolvernos a cierto clima melancólico y ambiental, al punto de parecer sumamente hogareño, pero asoma tranquilamente optimista  para redondear lo que, en principio, nos sugería el título del disco. Rubel canta: "Pero ya pasó/ No vuelve más/ Y lo que se vio/ Quedó atrás", y en definitiva todo se trata de eso, del retorno a la tranquilidad del hogar, después de tantos pesares y tanta nostalgia, todo parece siempre retornar al mismo lugar.

Casas termina siendo un trabajo que mezcla más ritmos que su predecesor, y sin embargo su unidad no se pierde en ningún momento. Los temas instrumentales hacen a una correcta subdivisión del álbum y ayudan a separar bien los climas creados en éste. En comparación con Pearl, se extrañan un poco las letras de aquél álbum; además, de a momentos Casas puede hacerse un poco largo. Pero eso es normal, después de cinco años de espera, lo lógico es entregar buen material y con una duración esperable, y este nuevo album de Rubel sin duda cumple con esta premisa.


jueves, 18 de octubre de 2018

Guido M. Delía - "Cumbia y religión" (2017)



Lejos de la poesía del yo y del realismo sucio, en su primer libro de poemas titulado Cumbia y religión, Guido M. Delía (Buenos Aires, 1988) nos regala una obra en la que la comparación con Carver es recurrente; pero el autor crea un universo propio donde el silencio se impone para dar lugar a lo epifánico, a todo aquello para lo que no se encuentran palabras.

El grupo indie vasco Le Mans tenía un tema en su primer disco que se llamaba Jersey inglés. En aquella canción, Teresa Iturrioz cantaba: "No sé si soy feliz porque hace frío/ o por saber lo que voy a oír./ Bailar en la cocina de mi casa/ puede ser una razón.". La canción suena demasiado sencilla, simple, y sin embargo detrás de la cotidianeidad que describe, parece encerrar algo además de esa felicidad transitoria que describe. Algo muy parecido sucede con el primer libro de poemas de Guido M. Delía titulado Cumbia y religión, publicado en 2017 por la editorial Caleta Olivia, En sus composiciones, comparables al estilo del estadounidense Raymond Carver, Delía nos muestra un mundo de una cotidianeidad irremediable, de un paso del tiempo apenas atenuado por instantes de reflexión. Su estilo se basa en una sucesión de imágenes, pero también en un deslizamiento a través de las palabras y el espacio-tiempo que éstas habitan.
                    
          Ya desde ¿Cuánta gente tiene miedo?-poema que inaugura el libro- Delía nos adentra en un mundo donde lo que prima es una sensación de espera. De esperar lo que no se tiene, lo que se anhela, pero también lo que no se puede decir. Mientras tanto, el tiempo corre inexorablemente, pero tampoco hay indicios, en esa espera, de que algo efectivamente pueda cambiar: "Siempre en un círculo al que no puedo romper./ Siempre jugando a la vida que no mata./ Siempre con el llanto de la distancia/ que calma un tiempo ausente. Siempre con miedo." En Nada tiene sentido, la sensación de espera y de circularidad inquebrantable se intensifica, y el yo de la enunciación se ubica en un lugar de espectador en el que nada le pertenece y todo se le escapa de las manos: "Todo tiene que servir. Nada está preparado para que no tenga relación./ Todo está bien o mal pero nada incorporado a algo./ ¿Es eso vivir entonces? ¿Que nada sea parte de algo? ¿O que nada sea mío?".
        
          El aburrimiento, el tedio y la monotonía se hacen presentes en Tele todo el día, un poema que da cuenta de la vaciedad y sirve como un lamento del tiempo perdido, verdadera causa de una soledad que se retroalimenta: "Miraba tele todos los días./ Esa fue mi rutina varios años./ Con la cabeza para abajo, y las piernas/ tocando casi el techo./ Veía la imagen/ dado vuelta. Porque ya aburrido/ No podía aguantar la soledad." En Ya sé, se deja entrever que este período de espera también otorga sus lecciones: "Ya sé esperar lo que no llega./ Ya sé que los hombres de vello son mansos./ Ya sé que el filo no es tan filoso./ Y la mano extendida no es tan preciosa." Pero la honda melancolía vuelve a reflotar en La tranquilidad de casa ("La tranquilidad de casa/ habita su sitio de privilegio/ como un hogar que suspira recuerdos/ en la nube colorida del dolor").
         
          En La muerte, las conversaciones con un amigo pueden ser el disparador para reflexionar acerca de lo efímero de la vida: "De a poco voy sintiendo que la muerte será/ es (o no) un silencio deformado en situaciones/ que alguna vez viviré." Este silencio parece ser el principal obstáculo de un sujeto inmerso en la monotonía, consciente de lo huidizo que es el presente. Una manera de lidiar con este presente, tal vez sea asumir esos silencios, del mismo modo que se asumen los errores, tal parece ser la única manera de aprender en Cometo errores: "Es sabido que cometo errores, como todos./ Y que guardo silencio, mientras almuerzo./ Yo callo por eso. Me queda perfecto".
            
           A través de toda la obra, se suceden las diversas formas en que el sujeto trata de atenuar el peso de la existencia: salir a tomar cerveza con amigos, escuchar cumbia, ver televisión, comer en un restaurante o ir a la cancha. Todas son formas de distraerse del vacío, y sin embargo después de todas esas experiencias lo único que queda son las imágenes y algo oculto, inexpresable, que sólo asoma en instantes epifánicos, pero que no se muestra del todo. Lo que parece decir Delía en sus páginas es que tal vez la vida sea eso: buscar constantemente algo que sólo se nos puede revelar parcialmente, y una forma de búsqueda ha de ser la poesía: "Quiero ser poeta sin dinero. Para que me digan/ cosas de alguien desconocido. Y hablarles/ a ellos para calmar mi alma rejuvenecida/ por la lírica de la constelación del día/ que hace los sueños verdaderos" afirma en el poema que cierra el libro.
         
           La poesía se muestra como destino y como manera de hacer frente a una realidad inaprensible, como un modo de no sucumbir ante lo irremediable. En este sentido, el título del libro plantea una interesante dualidad: por un lado, la cumbia, que parece un ritmo siempre igual pero que aparece de formas distintas; por otro, la religión, pero no en el sentido de ninguna institución, sino más bien de algo espiritual. En medio del ritmo ajetreado que plantea la vida, es preciso escuchar sus silencios para saber apreciarla y, al mismo tiempo, es preciso aquietar el espíritu para después transformarlo. Sin silencio no hay música, y sin quietud no hay movimiento. Tales son los principales temas que plantea este buen -y recomendable- debut literario.